Bello lugar, es lo que significa la palabra Belchite, que
es el nombre del pueblo del que os hablaré hoy. Belchite fue un pueblo de
los más prósperos de principios del siglo XX en la provincia de Zaragoza, entre
sus bellos muros de estilo mudéjar llegaron a contabilizarse dos conventos y
varias iglesias, símbolo de la buena salud económica de la comarca. Los
primeros pobladores de este lugar datan de la época romana, aunque muchos
pueblos primitivos ocuparon ya estas tierras con anterioridad. Más tarde, los
musulmanes dejaron su huella, hasta la reconquista, cuando Felipe III ordenó la
expulsión de los moriscos pasando a manos del Conde de Belchite. En el siglo
XVII, los Belchitanos consiguieron comprar su independencia a la nobleza.
Este pueblo se podría catalogar de maldito por su pasado truculento,
pues a lo largo de la historia tuvo la mala suerte de que varias batallas
acontecieran en sus alrededores y calles. Comenzando en las guerras púnicas,
donde romanos y cartagineses ya tuvieron sangrientas confrontaciones. Más
recientemente, en 1809, Belchite fue el escenario de la Primera batalla de
Belchite entre las tropas españolas y francesas de la Guerra de Secesión. Los
franceses ganaron aquella batalla y Napoleón hizo inscribir el nombre de
Belchite en el arco del triunfo de París.
En 1838, las calles de Belchite fueron escenario de duras
confrontaciones fruto de la Guerra Carlista. Pero todavía quedaba una gran
batalla que los muros de Belchite no podrían soportar.
En el verano de 1937, en plena guerra civil, los republicanos arrasan
literalmente el pueblo de Belchite, defendido por los nacionales. Seis mil
personas, entre soldados y civiles, mueren en pocos días. En el pueblo, apenas un puñado de casas
han quedado en pie. El control del bando republicano sobre la zona duraría poco
tiempo, pues las tropas del General Franco acabarían por ganar la guerra, como
por todos es sabido.
Finalizada la guerra, Franco ofrece a los supervivientes de Belchite la
opción de construir un nuevo pueblo o la de dejar que los Belchitenses se
ocupen de la reconstrucción y él, a cambio, construir un canal de regadío para
llevar agua desde el Ebro y, de ese modo, transformar y modernizar la economía
de la zona dejando atrás las poco productivas tierras de secano. Los
Belchitenses optan por el nuevo pueblo, cosa de la que posiblemente se hayan
arrepentido desde entonces pues pasados los años, no todo fue tan bonito como
lo planteó el Generalísimo en un principio. “Yo os juro, que sobre estas ruinas
de Belchite, se edificará una ciudad hermosa y amplia como homenaje a su
heroísmo sin par. Franco”, “1.937-1.954”.
La construcción del nuevo Belchite fue llevada a cabo por prisioneros de
guerra, de este modo Franco se vengaba en cierto modo de aquellos que
destrozaron el pueblo haciéndoles construir uno nuevo. En 1946, los vecinos más
afines al régimen pudieron ocupar las primeras y mejores casas de Belchite,
aunque el pueblo no fue inaugurado hasta 1954 y no fue hasta finales de los 60,
que el traslado se dio por terminado. Pese a la promesa de gratuidad para los
vecinos del viejo Belchite, el que quiso casa tuvo que comprarla y muchos
fueron los que decidieron emigrar a otras tierras. Desde entonces, el viejo
pueblo de Belchite permanece pausado en el tiempo como gigantesco monumento de
la memoria y el pasado.
Sin duda, es el pueblo abandonado, maldito, fantasma… como queramos
llamarlo, más visitado de España, pues sus ruinas son visitadas todos los años
por más de diez mil personas. Algunas como homenaje o recuerdo de lo que
sucedió allí, otras como simple visita turística y otras muchas, atraídas por
las leyendas que cuenta que las almas de los que allí murieron, todavía caminan
por sus calles.
Desde su total abandono en la década de los 60 y dado su pasado doloroso
y sangriento, junto con el perfil fantasmal de edificios semiderruidos.
Belchite viejo ha sido un centro de peregrinación para investigadores de lo
paranormal de todo el mundo. Las ruinas de los conventos de San Rafael y San
Agustín, la inquietante torre del reloj, el viejo cementerio, la iglesia de San
Martín… cualquier rincón de este pueblo es un lugar idóneo para pasar una noche
con una grabadora y un termo de café.
Y los resultados de estos investigadores no tardaron en producirse.
Decenas de psicofonías, grabaciones en las que se escuchan los ecos de la
guerra como si aquellos terribles días de 1937 hubiesen quedado impregnados en
todas y cada una de las piedras del lugar. Aviones, bombas, disparos… lamentos.
Con el paso de los años las leyendas fueron aumentando, en gran parte gracias a
estas psicofonías. Presencias misteriosas que caminan por las solitarias
calles, sombras que parecen desaparecer en el interior de las casas al paso de
los visitantes, fotografías en las que aparecen figuras entre las ruinas, manos
que arañan las tiendas de campaña de jóvenes que pasan allí la noche como gesto
de hombría, campanas que hace años que desaparecieron y que vuelven a repicar
en las noches más oscuras, un niño juguetón que suele asomarse en lo más alto
del campanario… quizás sea él quien toca las campanas. Voces que hielan la
sangre a los visitantes recomendándoles que se marchen de allí…
Estas son algunas de las muchas historias que se cuentan sobre Belchite,
muchas serán ciertas, otras falsas, cada uno es libre de tener su propia
opinión, pero de lo que no tengo duda es que todos los que por sus calles han
caminado o caminarán, tendrán la misma sensación inquietante de que allí quedó
algo atrapado y que de algún modo etéreo, todavía se puede sentir.
Operación Belchite Cuarto Milenio Parte 1
Operación Belchite Cuarto Milenio Parte 2
Operación Belchite Cuarto Milenio Parte 3
Psicofonías Belchite Cuarto Milenio
Termino el artículo con una frase que se puede leer en la puerta de la
vieja Iglesia de San Martín. Pintada por Natalio Baquero, uno de los últimos
habitantes de Belchite el mismo día de su partida.
“Pueblo
viejo de Belchite, ya no ten rondan zagales, ya no se oirán las jotas que
cantaban nuestros padres”
(La
palabra Zagal, significa niño)
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