En la cima del Alto de Garajonay, situada a 1375 m de altura, se localiza uno de los enclaves sagrados más importantes de la isla, con al menos cuatro aras de sacrificio. El parque nacional del que emerge es un paraje natural que alberga una muestra viva de auténticos fósiles vegetales y en cuyo seno se encuentra la Laguna Grande, un llano circular que surge en un claro del bosque y que desde antaño fue punto de encuentro de los diversos caminos que recorren la isla y de presuntas reuniones brujeriles.
Éstas se celebraban en un círculo de piedras que, según la tradición oral, ha sido utilizado hasta hace muy pocos años. Cerca se alza un monolito que aún conserva las señales de su uso ritual. En la actualidad, la zona se ha convertido en un lugar recreativo y el círculo de catorce piedras ha sido reconstruido basándose en el original. Algunas de estas piedras presentan signos grabados, pero resulta difícil distinguir los de moderna ejecución de los antiguos. Entre estos últimos destacan una cruz grabada en la cara interior de una de las piedras y otras grafías que recuerdan a los signos rúnicos y a las marcas de los canteros.
La tradición refiere también la existencia en este paraje, hasta hace unas décadas, de diversos amontonamientos de piedras distribuidos en todo el claro del bosque. Túmulos que, según la hipótesis del arqueólogo Antonio Tejera Gaspar, fueron realizados por los antiguos aborígenes de la isla con las piedras que cada caminante dejaba en el lugar al pasar por él. Una costumbre que entre los bereberes tiene un carácter mágico, pues cada piedra representa al espíritu de un antepasado. En conjunto, las piedras forman altares denominados kerkús.
Hasta hace pocos años se creía que las brujas cambiaban de lugar los túmulos de Laguna Grande e incluso hoy en día se cuenta la historia de un caminante que una noche se encontró en la zona con un grupo de ellas en pleno akelarre y que, al clavar su cuchillo en el suelo, las dejó paralizadas hasta el día siguiente. En el mismo recinto hay una roca gris verdosa de mayor tamaño que el resto. Se encuentra situada a casi trece metros del círculo, con tres de cuyas piedras forma un eje que podría estar marcando algún punto de interés geográfico o astronómico.
Este monolito, de 1,40 m de alto y 1,50 de ancho, recuerda levemente a una cabeza, aunque lo más interesante del mismo, tal y como apunta Tejera Gaspar, son las 22 perforaciones circulares que presenta distribuidas en tres de sus caras. De naturaleza claramente artificial, estos agujeros tienen una profundidad media de 7 cm y un ancho de 6. Su origen no ha podido ser determinado, aunque algunos arqueólogos opinan que puede tratarse de una estela realizada por los antiguos aborígenes.
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