Sucedió un 30 de enero de 1628 un hecho que relata el romance de la aparición del Alma de Tacande en el actual municipio de El Paso que extiende su término por montes donde las cumbres atraviesan mares de nubes y la bruma evanescente de los vientos alisios. Según la tradición más extendida, la casa donde habitó el alma es la que se encuentra próxima a la montaña de la Asperilla, frente a la montaña de Miguel Sosa, entre las que discurre el camino a Enrique. En esa lejana época el monte circundaba la rica Hacienda de Tacande.
Viviendas de oscura piedra seca se confundían con la espesa vegetación. La casa, de unos veintidós metros de largo, y unos seis de ancho y dos de altura, guarda aún hoy la leyenda de un alma en pena que quedó atrapada entre sus paredes y techo a cuatro aguas de teja canaria, con sólo cuatro huecos, una puerta por el Poniente, otra por el Sur y a los lados de ésta dos pequeños postigos. Junto a la casa, un gran aljibe en ruinas. Cuentan que durante 87 días el alma de Tacande deambuló su pena y su pecado.
Se presentaba en esta casa a arrullar a un niño y la cuna se movía sola, se oían dulces cantos y voces que de persona no visible procedían y los desconsolados lloros de un niño recién nacido. Otras noches se escuchaban tamborcitos, panderos y castañuelas y cantaban voces de decenas de mujeres invisibles. El 26 de abril, al alma habló y "descargó". Pidió que subiera desde la parroquia de Nuestra Señora de los Remedios en Los Llanos de Aridane Juan Montiel, confesor que ayudaba en el curato del lugar, hasta la casa de la Hacienda de Tacande haciéndole saber que no tuviese temor que ella era alma cristiana.
El fraile cogió una estola, se puso un relicario y se trasladó a caballo hasta el lugar. Llegaron a Tacande entre la una y la dos de la tarde. El alma recibió al fraile diciéndole "seya muy bien venido", continuó pidiéndole perdón por darle tanto trabajo y agradeciéndole con un "Dios Nuestro Señor se lo pagará". Lo mandó a descansar y merendar, a lo que él se negó. Entonces el alma le dijo "ya se acerca la hora, trate V. Rª. de echar asperges y decir Salmos, para ahuyentar el malo, que quiero declarar quién soy". El fraile así lo hizo y le preguntó al Alma: "Hija mía ¿apartose ya el espíritu malo?", respondiendo el alma "ya se apartó de mi", a lo que contestó el fraile "pues ya podreís decirnos quien sois y que es lo que queréis" y el Alma dijo: "Soy Ana González...". Descubriéndose en ese momento que era familia de los moradores de aquella casa. Había muerto de parto, dejando a un recién nacido al que le pusieron el nombre de Salvador, ella pidió que lo trajeran y le dijo en voz alta: "Hijo pedazo de mi corazón, chiquito y por criar". Le suplicaron calmarse y "al punto, sosegó su llanto"
Continuó el alma hablando y pidiendo poder conversar con su sobrina Juana Gutiérrez a quien dijo que recordara cuando " te pregunté si estabas preñada, como decían, y me respondiste que no estaba tal, que era testimonio que te levantaban. Yo no le di crédito y tuve para mi que estabas preñada, y lo dije". Continuó diciendo que lo había confesado y se le mandó "pidiese perdón delante de las personas a quien yo lo había dicho, y no lo pedí. Mándame Dios Nuestro Señor te pida perdón: Perdóname Juana Gutiérrez por el amor de Dios" repitiendo esta frase por tres veces y Juana Gutiérrez la perdonó. Después de esto, Ana González, pidió al fraile que tomara pluma y escribiera, que debía tres romerías: Una a la "Bienaventurada Santa Lucía, por mi hija María, que nació con un grano en un ojo". Una segunda por su hijo Luis, "al Bienaventurado San Blas", que había estado enfermo de una "esquencia" (amígdalas). Y por último otra romería al "Bienaventurado San Amaro por mi hijo Juan que cayó de una pared y se desconcertó", pidiendo las cumplieran y además mandó que dieran medio real de aceite a la Virgen de las Angustias, aclarado que lo había prometido. Por último pidió el alma que le dieran "medio tostón a la mujer de Domingo Francisco", por unas tijeras nuevas que le había prestado, se las perdió, se las había pedido y nunca se las pagó. Terminado esto el alma dijo que no tenía nada más que decir, el fraile le preguntó donde iba y ella le respondió que al Purgatorio.
CASA DEL ALMA DE TACANDE
El clérigo le inquirió sobre cómo lo sabía, a lo que respondió que su Ángel se lo había dicho. Entonces Juan Montiel le pidió que dijera el nombre del Ángel "que lo quería tener por su devoto y se lo dijo en latín, y lo escribió el Fraile, y no pasaron de cinco letras". Los asistentes le preguntaron el nombre del Ángel y este no quiso decirlo. En latín y con cinco letras podría ser Satán, el ángel malo, quien le esperaba a las puertas del Purgatorio y Montiel no quiso decirlo por miedo a herejía. Por último, el fraile le pidió una señal delante de todos. Después de despedirse y pedir perdón, dijo a su hermano Cristóbal González, que le perdonara por que le había hecho en su casa; y que le mirase por su hijo Salvador, por amor de Dios y de repente "botó por la cumbrera una piedra, del tamaño de un cuarterón, dentro de la casa, y abrió la puerta de un golpe con mucho ruido, y el Fraile cayó del escabel donde estaba sentado". En el lugar donde cayó la piedra, nació el árbol de la paz, un olivo que según cuentan fue el primer ejemplar que floreció por aquel pago. Lo cierto es que un olivo viejo y retorcido por la brisa permaneció erguido hasta principios de los años cincuenta entre la casa y el aljibe. Hoy, otros caminantes, buscan su rastro en el sobrecogedor lugar donde el viento y el umbrío siguen recordando y repitiendo los desconsolados cantares de cuna de Ana González, el Alma de Tacande.
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